sábado, 29 de diciembre de 2007

¿Por qué las galletas ya no saben como antes?


Nunca me ha gustado desayunar. Todos los expertos dicen que es la comida más importante del día, que es "supermegasano que lo flipas" sentarte unos 20 minutos y tomarte, ni más ni menos, que : zumo por la vitamina C, cereales por los carbohidratos, leche o yogurth por el calcio, fruta por lo sana que es y también por las dichosas vitaminas, tostadas de pan por la fibra y así hasta completar una larga lista de alimentos beneficiosos y energéticos que nos ayudan a llegar a la hora de comer con el mayor ánimo posible. Pero yo, rebelde de la vida que soy, siempre me negué a engullir alimentos sólidos antes de las 10 de la mañana. De hecho, mi cuerpo rechaza cualquier tipo de comilona a esas horas. Aún hoy en día, si quiero desayunar algo más consistente que un café con leche, debo levantarme como muy temprano a las 9.


Visto el panorama, mi madre decidió comprarnos a mi hermana y a mi el cola-cao, maravilloso invento. Sabía a chocolate y según su publicidad, tiene un montón de vitaminas y es muy energético y saludable. Ya que la niña no come, al menos que se tome un colacao. Y en algo funcionó. Empezaron con las tacitas y acabaron por conseguir que la niña se comiera galletas mojada en colacao! Y eso ya era todo un paso. La costumbre de las galletas se mantuvo hasta hace bien poco, pero unos 2 o 3 años atrás, los amigos de Fontaneda cambiaron la receta y, de la noche a la mañana, las galletas que antes me chiflaban, porque las metías en la leche caliente y se deshacían, de pronto se habían convertido en cosas cuadradas que, aunque las tuvieras media hora en remojo en un colacao hirviendo, seguían estando crujientes y molestas al paladar. Ya nunca más volvió a ser lo mismo tomarse un colacao con galletas.


Toda esta historia se me vino a la cabeza estos días de navidad, gracias a los amigos de Cuétara (otros pajarracos malnacidos), a los que siempre comprábamos, para mi regocijo, su caja de "Surtido", que yo devoraba también de cría cada navidad, mientras los mayores comían turrón (alimento que odio con todas mis fuerzas, excepto el suchard, claro!). Pero el surtido cuétara, que hacía tiempo que no entraba en casa, también ha mejorado su fórmula, ha suprimido algunas galletas y las ha cambiado por otras raras, y las que siguen siendo las mismas, no tienen el mismo sabor ni de lejos que aquellas que había en la época en la que aún creía que Baltasar me dejaba muchos regalos por lo bien que limpiaba los zapatos la noche antes de Reyes.


Y todo esto , ¿para qué? ¿qué importancia tendrá que las galletas ya no sepan como antes? No lo sé, tal vez sea sólo una señal más de que el tiempo todo lo cambia, y aunque aún quedemos nostálgicos de los viejos tiempos, la cuestión es adaptarse o morir. Darwin no mentía. En un mundo competitivo, sólo los mejor preparados podrán salir adelante. Supongo que en el fondo esto es sólo mi forma de protestar por tener que crecer. Me resisto a entrar en la siguiente fase de mi vida, esa de adulto-todavía-joven, o adulto-primerizo, como quieran llamarlo. Lo suficientemente mayor como para que ya no me "mole" la ropa de Bershka, no me apetezca pasarme la tarde en un parque con los colegas o para que eso del botellón me guste más hacerlo en casa que en la calle; pero también lo suficientemente joven como para no vestirme en la planta de señoras del corte inglés, para que los adultos sigan sin tomarme en serio, demasiado joven para el té de las cinco, y suficientemente ingenua como para creer que todavía se puede cambiar el mundo con un voto acertado en las urnas.


En estos días en que el año se acaba, quién pudiera congelar el tiempo para no seguir creciendo, hacer realidad el sueño de Peter Pan. Yo todavía sigo buscando el país de Nunca Jamás. ¿Alguien se apunta a buscarlo conmigo?

martes, 18 de diciembre de 2007

Luz



Me ha dicho una amiga que vive en Madrid que el señor Ruiz Gallardón, en un alarde de ecologismo y conciencia medioambiental, ha decidido engalanar la ciudad con luces de bajo consumo. Bien, la idea no pintaba mal. Una pena que al final la estropeara pensando: "ostras, ya que gastan la mitad de energía, vamos a poner el doble". Se ve que el hombre suspendía las asignaturas de ciencias en el colegio.


Pero ya que me pongo, hoy me apetece reflexionar sobre las luces de Navidad. ¿Son realmente necesarias? Cuando de lejos veo la fachada del
corte inglés, me pregunto cuánto gastará ese horrible Belén luminoso que llevan poniendo unos 3 años consecutivos. Nos quejamos de la contaminación acústica, de los fumadores que nos atufan en los bares, de los desaprensivos dueños de los perros que no recogen la mierda de la acera, pero de las luces de Navidad...Qué va, siempre son bonitas. Claro, pero, qué sería de la navidad sin adornos horteras colgados de cada farola. Un día normal, como otro cualquiera. Aunque no seré yo quién se queje de las navidades. Festivos, vacaciones, familia, comilonas, y ¿para qué negarlo?, alcohol en exceso, que para eso estamos cambiando de año y hay que celebrarlo a lo grande. Hay quien dice que los ateos, si fueran consecuentes consigo mismos, no celebrarían la navidad. Y como atea que soy, les doy toda la razón. Sin embargo, pensemos un poco: nos guste o no, en esta época del año, reunirse con la familia, no discutir y ser felices es obligatorio. Es como cuando fuerzas la sonrisa en la cara hasta que al final tu cerebro cree que realmente estás riendo.


Este año no me apetece celebrar nada. No quiero poner buena cara a los parientes, no quiero llenarme de turrón ni cantar villancicos, no quiero la resaca de año nuevo. Pero sé que pasaré por todo ello, sin rechistar, y aún creyendo que lo estoy pasando bien. No puedo mirar las luces de navidad de las calles sin pensar que una persona a la que conocía y quería no ha podido llegar a verlas este año, porque la última luz que vió fué aquella que dicen que hay al final del tunel. Cuando lo único en lo que crees es en el inevitable ciclo de la materia, no hay consuelo. No existe un "ella te está viendo y quiere que lo disfrutes", un "donde quiera que esté, seguro que es muy feliz". Las impertérritas luces no han reparado que este año hay una sombra menos caminando bajo ellas. Maldito el mundo que no se para cuando nos bajamos.

lunes, 10 de diciembre de 2007

Keep the faith


"Baco y Ariadna" Tiziano. 1523/4. Londres. National Gallery


Ariadna era la hija del Rey de Creta, Minos. En esta isla se encontraba el fabuloso laberinto, custodiado en su interior por el Minotauro, que tenía cuerpo de hombre y cabeza de toro. Cuando Minos y su esposa Pasifae conquistaron Atenas, prometieron la paz a sus habitantes con la condición de que cada año enviasen a siete hombres jóvenes y siete doncellas para alimentar al temible monstruo. Uno de esos jóvenes, Teseo, hijo del Rey Egeo de Atenas, marchó voluntario al sacrificio por su ciudad. Su belleza era tal que Ariadna no pudo evitar caer rendida a sus pies. Dado el fatal destino que aguardaba a su amado, decidió ayudarle a escapar del laberinto, proporcionándole una espada para matar a la criatura y un ovillo de oro para que pudiese encontrar la salida. Teseo mató a la bestia, salió del laberinto, y salió de Creta llevándose a Ariadna consigo. Pero la felicidad de la joven no duró mucho, pues Teseo, sabiendo que aquella muchacha no le estaba destinada, huyó, dejándola dormida, en una playa de la isla de Naxos.

Sola y abandonada, la joven rompió a llorar, con esas amargas lágrimas que causa el desamor. Pero no lloró mucho. El dios Baco la oyó, y conmovido, se acercó para ver de dónde procedía tan crudo lamento. En cuanto la vio, no tuvo dudas: se encontraba ante su esposa. Y así la tomó, convirtiendo a la que un día había sido princesa, en Diosa. Como regalo de las nupcias, entregó a Ariadna una corona de oro, y a su muerte, la arrojó al cielo, dónde hoy se la conoce como la constelación Corona Boreal.

No importa lo mucho que nos sacrifiquemos, porque a veces, no existe recompensa. Sin embargo, aunque nos parezca estar sumidos en la mayor de las oscuridades, siempre hay alguien que nos rescata. Ese alguien que hace que la princesa se convierta en Diosa. Es cuestión de tener esperanza, y un poquito de fe.




When the roads gets dark
And you can no longer see
Let my love throw a spark
Have a little faith in me
Tengo un día romántico...y no quiero perder la fe, nunca.

sábado, 8 de diciembre de 2007

De vuelta y vuelta



La última entrada es del 19 de noviembre.....vaya vaya, pues sí que tenía abandonadillo el blog! El caso es que con tanto jaleo en mi vida últimamente, ni tiempo he tenido para sentarme y escribir! ¿Novedades? Sí, unas cuantas! Para empezar me fui a Madrid 4 días, a un simposium sobre levaduras que estuvo genial. Visité a los amiguitos, se me hizo corto, y dado que el simposium era de 9 a 19, poco tiempo quedó para salir!

Por otra parte, por fin me he independizado!! Me mudé al piso en la ciudad el día 4, vamos, hace nada! Fué una locura de fin de semana, llevando maletas, limpiando estanterías y suelos, cargando con sábanas, mantas, platos y vasos, gastando una pasta en el dichoso "carrefur" comprando cubiertos, sartenes y ollas...En fin, una mudanza en toda regla. Lo único malo de vivir sola en un piso de 3 habitaciones, es que a veces no puedes evitar sentirte insignificante. Cuando desempaqueté mis libros y empecé a colocarlos en el mueble del salón, me sobraba mucho espacio. Cuando me tiro en el sofá a ver la tele, me sobra salón por las 4 esquinas. La cama se me hace grande, hasta me sobra espacio en la nevera y en los armarios de la cocina. Es como si metierais a una hormiguita en la cueva de un oso. Pero lo llevo bien, vivir sola tiene algunas otras ventajas que hacen que compense la soledad. Aunque no descarto buscar algún compañero de piso en el futuro, y no me refiero a llevarme a un gato!

Y de trabajo...pues no me puedo quejar. Como ahora me pagan (ya recibí mi primera nómina!! que ilusión!), se acabó lo de protestar por el trabajo duro. Bueno.....ese rechinar de dientes que tengo cada vez que mi jefa se pasa medio pueblo con las órdenes no lo he perdido, pero al menos sé que todo el esfuerzo tiene su recompensa a final de mes. Hay que ver que bien sienta tener cantidades de dos ceros en la cuenta!

Total, que me estoy haciendo mayor: trabajo, independencia, y hasta un préstamo del banco a devolver en 10 meses! Ya he crecido. Ahora, sólo me falta comportarme como un adulto!!