Se ducha por las noches para no tener que madrugar por las mañanas, y sin embargo, pone el despertador media hora antes porque dice que así duerme media hora más. Se ducha por las noches, normalmente con prisas para llegar a tiempo a la hora de la cena, otras veces llega tan rendida a casa que apenas tiene fuerzas para quitarse la ropa y meterse bajo el agua caliente, que suele enfriarse antes de que le de tiempo siquiera a lavarse la cara, pues apenas es capaz de mover un músculo más por lo que queda de día. Por lo general, se pone el pijama en el baño, aprovechando el calorcillo del vapor desprendido. Pero cuando se olvida de llevar la ropa, se viste en su cuarto. Cuando se mira en el espejo, puedo ver en sus ojos la vergüenza de quien se ve fea, de quien maldice su suerte por no haber nacido con el cuerpo de una supermodelo, y que se da cuenta de que dónde no debería haber más que piel tersa y suave, hay un michelín, una celulitis o una piel de naranja que no es capaz de quitarse, por más que la mire. Sin embargo, otras veces, cuando el día ha ido bien, llega a casa satisfecha y contenta, se ducha, vuelve a la habitación, pone música y se mira en el espejo mientras se quita el albornoz y se viste; se mira de frente, de espaldas y de perfil, y sus ojos sonríen. Sé que en ese momento piensa: “porque yo lo valgo más”. Y canturrea y baila al son de la melodía que suena mientras rebusca en el armario el pijama más bonito para ponerse. Y son esos momentos los que a veces hacen que la vida valga la pena. ¿Felicidad absoluta? No existe, tan sólo fragmentos de felicidad, fugaces pero intensos.
El espejo te devuelve tan sólo la imagen que tú deseas ver. Sólo tienes que cerrar los ojos y desear ser guapa.
El espejo te devuelve tan sólo la imagen que tú deseas ver. Sólo tienes que cerrar los ojos y desear ser guapa.