lunes, 3 de marzo de 2008

Aquí no hay quien viva



Ser independiente está muy bien. Salir de casa de tus padres para irte a tu propia casa (aunque sea de alquiler) para mi era todo un reto. Y aunque cada final de mes tengo que hacer cuentas para no quedarme en la miseria, no cambiaría esta experiencia por nada del mundo. Hasta ayer, todo era idílico, no tenía ningún problema, estaba feliz en mi piso y parecía que nada podría estropeármelo. Hasta ayer.

Pero todo barco tiene sus ratas, y todo edificio, tiene sus vecinos odiosos. A mi me han tocado dos, la vieja de enfrente y el energúmeno de arriba, que consiguieron en media hora arruinarme la tarde de domingo. La primera inició una discusión que, aunque en principio tenía motivo, acabó siendo un sinsentido y un despropósito total. Y el segundo llegó a asustarme tanto que hubo un momento en que creí que peligraba mi integridad física.

Total, que la causa de la discusión con la vecina de enfrente fue la limpieza del portal. Estaba la muy cotilla espiando por la mirilla a la espera de que llegara a casa, y cuando lo hice, salió para recordarme que este mes me tocaba a mi fregar el dichoso portal, y que a ver si esta vez no me escaqueaba, porque en febrero me tocaba fregar las escaleras y no lo hice (mea culpa, lo confieso, pero es que con el catarrazo que tuve, ni fuerzas para coger la fregona tenía!). Y resulta que cuando después de toda esta charla me fuí a limpiar, la mujer se sintió indignada porque el mes de febrero le había tocado a ella y "¿cómo pudiste pensar que te iba a dejar el portal sucio el fin de semana? Yo lo fregué el día 29 para que tu no tuvieras que molestarte en hacerlo hasta la próxima semana. Además, no te dije lo de la limpieza para que bajaras a limpiar ahora, parece mentira que no me entiendas cuando te hablo". Claro, esperar agazapada tras la puerta, abordarme un domingo por la tarde cuando llego a casa cargada con la mochila, y decirme a bocajarro "no has limpiado las escaleras, y es una vergüenza, y este mes te toca el portal, a ver si no se repite", no es una indirecta para que baje a fregar. Pues que baje su dios (ese del que tiene la plaquita de oro hortera pegada en la puerta) y lo vea.

Total, que en plena discusión consigo misma, aparece el vecino del quinto y nos dice, en un tono de voz el triple de alto que el nuestro, que nos callemos, que su niña está durmiendo y que como se la despertemos, esa noche en el edificio, "no va a dormir ni dios, me cago en la puta". Que somos unas escandalosas y que si la cria se despierta, luego le toca a él el marrón de aguantarla por la noche, y si él se quedaba sin dormir, nosotras ibamos a saber lo que era bueno y tampoco dormiríamos. Al principio me pareció gracioso, pedirnos a grito pelado que dejáramos de hablar para no despertar a su niña, pero al fijarme en sus ojos inyectados en sangre y en sus puños apretados, decidí tragarme la frase sarcástica que tenía en la punta de la lengua y meterme en el piso sin decir ni mu. Eso si, no sin antes despedirme de la vieja con una mueca de "vete a la mierda" cuando esta intentaba decirme que el paisano estaba loco, al mismo tiempo que buscaba en mi cara una muestra de complicidad y apoyo ante el perro rabioso del quinto.

Hoy que ya lo veo todo más tranquilamente, intento reirme de la situación y relajarme, pero ayer, de la rabia de los insultos y palabrotas que me tuve que callar, acabé rompiendo a llorar de pura desesperación. Lo peor es que mi madre estaba conmigo, y la pobre se quedó preocupada con lo de los vecinos que me han tocado: una vieja cotilla sin vida propia y un pseudo-nazi al que le he oido frases tan lindas como "que te calles, joder", o "a ver si paras de llorar, ostia", dirigidas hacia su niña, esa cuyo sueño ayer defendía con tanto ímpetu. Supongo que ninguno de los dos leerá blogs (la primera porque no creo ni que sepa lo que es internet, y el segundo no creo que tenga la suficiente cultura como para leer), pero desde luego es una pena, porque me encantaría cantarles las cuarenta, ya que no en persona, al menos por escrito.

No me arrepiento de haberme ido a vivir allí, sigue siendo mi piso y lo será hasta final de contrato, pero tal vez sí estoy un tanto desilusionada, de descubrir que lo que a mi me parecía ser el piso perfecto, al final está rodeado de (oh que mierda) odiosos vecinos.




4 comentarios:

Desesperada dijo...

joer, tía, pues tener vecinos chungos es horrible. lo siento por ti! pero intenta evitar confrontaciones, te pueden joder la vida!

Anónimo dijo...

Aquí, aquí no hay quien viva.

Calma, paciencia y suerte.

Besos

Anónimo dijo...

Siempre te quedaría la opción de llenar un frasquito con agua de mar ;)

Mar dijo...

¡Hija mía de mi vida! Siento decirte que un edificio sin al menos un par de vecinos cotillas/hijoputas/macarras/tocapelotas es como el hombre perfecto (o la mujer perfecta); en el improbable caso de que exista, seguro que no tiene ni un solo piso libre. No te disgustes, pasa de ellos todo lo que puedas o te dejen. Yo tuve una vecina que un día subió con su niña, a la que acababa de despertar ella (porque la cría venía frita, pobre) sólo para echarnos en cara que no se la dejábamos dormir...

Si algún día te vas de ese piso, deja un despertador (de los que montan un barullo monumental y no se apagan solos) en la habitación que cuadre justo debajo del dormitorio de tu vecino. Ajústalo a las tres de la mañana. Y asegúrate de que tu casero sea el único que tenga las llaves y viva muy lejos... Mejor aún, deja TRES despertadores...